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lunes, 22 de noviembre de 2010

Ame


Estaba harta del mundo y a este salí a meterme en el mio. Extraño ¿Verdad?

Aquella mañana todo parecía normal. Desayuné esos cereales sosos de siempre y que siempre terminan unos cuantos puñados en la leche. Estaba desganada y tiré la leche, aparte el ambiente era demasiado pesado.

Pensé que podía hacer y se me ocurrían varias opciones interesantes y sin embargo salí a la calle y me senté a leer en una acera. ¡A leer en una acera!
A mi edad no puedes hacer eso. La gente no te lo acepta. Te miran mal, piensan que te has escapado de casa, que eres una descarrilada, desaprovechas tu vida y esas cosas. Creen que no, pero los ojos dicen mucho.

No es que me importe lo que digan, seguí leyendo por supuesto, pero llega un momento en que te sientes demasiado observado. Y como lo que menos quería era que el mundo se metiera conmigo, me levanté y dejé de molestar a los transeúntes.

Fui a la estación. A nada especial, sólo a montar en tren, pues no tenía intención de llegar a ninguna parte. Además el tren, al contrario que el urbano, me sale gratis.
Me gusta montar en los transportes. Tren, coche, autobús, avión. Da la sensación de que te evades, sobre todo cuando miras por la ventanilla.
Desde mi ventanilla vi el cielo de la tarde, el atardecer y la noche sobre las seis y algo de la tarde.
Escuché música, escuche nada y escuché a los pasajeros.

Me gusta el género humano en cierta medida. Pueden pertenecer al mismo trabajo, tribu urbana etc, pero jamás verás a nadie igual.
Me gustaba mirar a esas personas del tren e imaginarme su vida, sus gustos, adonde iría, si su vida se parecería a la mía o, cómo es lo correcto, sería totalmente distinta. Porque al igual que no hay nadie igual, nadie tiene una vida igual.

Me tentó el bajarme en Madrid un par de veces.
En la metrópoli puedes ponerte donde quieras que pasarás inadvertida.
Me gusta el ruido de la gente, el sonido de los coches, la música callejera, el aroma que indica "civilización". Me gusta tanto como la calma de un campo al lado del mar donde sólo se oye a este.
Pero me apetecía la ciudad y su asqueroso capitalismo.

Salí y fui a verles. Me refiero a ese grupo de cámara que tocan en el Corte Ingles de Callao, enfrente a ese gigantesco Fnac.
Después de pagar por oír me senté en esas barras de hierro de esta última tienda y no se cuanto me quedé, pero fue mucho y tuve que correr para coger el tren.

Cuando volví cogí el urbano que me dejó en casa.

Fue un día como otro cualquiera de no ser porque se parecía tan poco al resto de mis anteriores días como cualquiera de estos entre sí.

Sinceramente

2 comentarios:

  1. Has cambiado tu euforia por un dia conformista?? que te ha pasado Kelpie donde esta tu animo por los placeres de la risa??

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  2. El grupo de cámara de la Fnac es lo más de lo más. Da un gustazo tremendo pararse a oírlo de vez en cuando. Fuagh, fuagh, fuagh, *_*.

    Ir en tren es divertido. Me encanta.

    ... Pero ir en Metro es otra cosa. Muy, muy distinta, xD.

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