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martes, 18 de enero de 2011

Ame


"A medida que transcurrían los días, Martin empezó a dudar que hubiera existido una mujer llamada Marijke que vivía con él, que lo besaba y que le leía poemas holandeses sobre el despertar de la primavera.
[...]
Todas las noches, se acostaba e imaginaba a Marijke en su cama. Con los años, ella había engordado un poco; a él le encantaba su redondez, su calor, su peso y sus curvas bajo las mantas. En ocasiones Marijke roncaba, flojito; Martín escuchaba en la oscuridad hasta que le parecía oír sus leves ronquidos, que salían flotando de su dormitorio de Ámsterdam. Pronunciaba su nombre una y otra vez hasta que este se descomponía en sonidos sin significado, hasta que se convertía en una entrada en un diccionario de la soledad. Se la imaginaba sola en la cama. Nunca se permitía pensar que quizás Marijke había conocido a otra persona. Ni siquiera soportaba formularse tal pregunta mentalmente. Sólo cuando se la había imaginado por completo- las facciones de su rostro contra la almohada, el montículo de su cadera bajo las mantas- lograba conciliar el sueño. Muchas veces despertaba y comprobaba que había llorado.


A medida que pasaban las noches, le costaba más evocar con precisión a Marijke. Le entró pánico y decidió colgar fotografías suyas por todo el piso. Pero con eso sólo consiguió empeorar las cosas. Sus recuerdos empezaron a ser sustituidos por las imágenes; su mujer, un ser humano completo, se estaba convirtiendo en una colección de colores sobre pequeños rectángulos blancos de papel. Pero ni siquiera las fotografías conservaban los colores intensos que habían tenido en su día. Y el hecho de lavarlas no ayudaba. Marijke se estaba borrando de su memoria. Cuanto más intentaba él mantenerla, más rápido se esfumaba ella"


                                                             "Una inquietante simetría"

Sinceramente









                            

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